jueves, 27 de octubre de 2016

¿Es un guepardo, un leopardo o un jaguar?

Imagínate que estás en medio de la selva, a punto de ser devorado por un felino moteado y, de repente, te entra la curiosidad por saber de qué especie es aquel animal que va a causarte la muerte. Bueno, es cierto que un guepardo no sería porque no abundan en las selvas… y también podrías deducir a cuál de los otros te enfrentas con solo recordar el continente en el que estás… Da lo mismo, olviden la historia de la entrada y céntrense en lo importante: ¿Cómo se distinguen estas tres especies de felinos con manchas a simple vista?

Pues nada más y nada menos que por las manchas ya que, a pesar de lo que pueda parecer, no son iguales. Los guepardo solo tiene puntos, mientras que en leopardos y jaguares las manchas suelen formar círculos en su lomo. ¿Y para distinguir a estos dos? Pues en leopardos el centro del círculo está limpio y en jaguares tienen puntos.

La próxima vez que esté a punto de ser devorado, ya podrás saber qué es lo que te va a comer. A no ser que sea un tigre, claro.

martes, 25 de octubre de 2016

¿Cuántas jorobas tienen los camellos?

Antes de responder a la pregunta de cuántas jorobas tiene un camello, primero habría que tener claro qué entendemos por “camello” porque este nombre tiene varios usos. Podemos considerar como “camellos” a todos los que pertenecen a la familia de los caméllidos, a los que pertenecen al género Camelus o solo a las dos especies de camellos batracios.

En cualquier caso, el reparto de jorobas es sencillo: sólo tienen los del género Camelus, correspondiendo dos a cada una de las especies de camellos batracios y una a los dromedarios.

Así que la próxima vez que te pregunten cuántas jorobas tienen los camellos puedes responder que la pregunta es poco concreta. O puedes decir que tienen dos y así te evitas quedar como un sabelotodo. La decisión es tuya.

martes, 18 de octubre de 2016

Animales que se reconocen frente al espejo

Reconocer el propio reflejo en un espejo puede parecernos una obviedad, aunque en realidad se trata de una rareza entre la mayoría de los animales. Muy pocas especies son capaces de reconocerse a sí mismas e incluso dentro de los humanos hay excepciones (los bebés menores de un año y aquellos que sufren dolencias relacionadas con la memoria o el reconocimiento de caras).

Algunos tratan de buscar en ello “la medida de la propia consciencia” o, incluso, hay quien lo relaciona con cuestiones divinas, pero que tener en cuenta que en muchas especies la vista es algo tan secundario que es más probable que la “conciencia de sí mismo” se base en otros aspectos como el olor. Además, dada la ausencia de espejos en la naturaleza, esta habilidad no en nada a la supervivencia y, por tanto, es completamente ajena a la selección natural. Que aparezca o no puede deberse a la más pura casualidad.

Determinar qué especies son capaces de esta proeza tampoco es algo fácil de averiguar. La Prueba del Espejo de Gordon Gallup Jr, por ejemplo, consiste en poner a un animal una marca en el cuerpo y después enfrentarlo a un espejo para ver si se da cuenta de que la marca que ve en el reflejo está en su cuerpo. Esto no solo puede resultar bastante subjetivo (que el animal se frote la marca se puede deber a muchas cosas) y penaliza a especies cuyos comportamientos les impiden mirar a otro ejemplar directamente, que son incapaces de ver otras partes de su cuerpo (¿cómo sabe un cocodrilo que no tenía la marca donde se la pongas si nunca ha sido capaz de verlo antes?) o que tienen un tipo de visión diferente.

Hasta el momento, este tipo de prueba lo han pasado varias especies de primates, cetáceos, elefantes y córvidos que son, básicamente, los típicos animales a los que se dirigen todos los test sobre inteligencia. Habría que saber qué animales, más allá de los perros, no los han pasado y por qué.

Los que, desde luego, no tienen ninguna conciencia de su reflejo son los gatos y para demostrarlo no hay más que poner uno de los millares de vídeos que circulan por internet de gatos cabreados atacando a espejos. También hubiera valido echarle un ojo a mi gato que, como nunca había visto a uno de su especie y además era un cobardica, cada vez que estaba cerca de un espejo miraba hacia otro lado como si esperase que el bicho del reflejo fuera a desaparecer si lo ignoraba el suficiente tiempo.

jueves, 13 de octubre de 2016

Aves y saurios 10: Las aves son dinosaurios

Ha sido un camino largo y difícil desde que se descubriera Archaeopteryx allá por 1961 y, desde ese mismo momento, los ataques y acusaciones han estado a la orden del día. Pero la ciencia nunca se detiene y los investigadores han ido sumando minuciosamente cada descubrimiento: el eslabón perdido entre aves y saurios, las plumas fosilizadas, los dinosaurios con alas… Este último, supuso uno de los hitos más grandes pues suponía poner fin a la última resistencia que dejaba a las aves separadas. Pues si tenían alas y podían volar, no había razón para admitir lo que empezaba a ser obvio: que las aves son dinosaurios.

Y que conste que no digo que desciendan de los dinosaurios, si no que lo son. Esto significa que un colibrí presenta menos diferencias con un diplodocus que un lagarto con un cocodrilo (diferencias de las que importan en una clasificación, me refiero, no a minucias como el tamaño) y que hubo un grupo de dinosaurios que sobrevivió a la extinción en masa que acabó con su reinado.

Pero más allá de que dónde se clasifiquen las aves, la verdadera importancia de esto es que una vez más se ha demostrado que no hay sitio para dogmas en la ciencia, pues esta se basa en la acumulación de descubrimientos. Y si las aves han acabado siendo dinosaurios, a partir de ahora podemos esperarnos cualquier cosa. Nada es sagrado y todo es revisable.

jueves, 6 de octubre de 2016

Aves y saurios 9: El origen del vuelo

El último gran misterio sobre el vuelo que queda es el de su origen y dos teorías se enfrentan para defender su perspectiva. Por un lado tenemos a los que piensan que corredores como los velociraptores llegaron a surcar los cielos agitando sus alitas. Y, por otro, a los que confían en los pequeños planeadores arborícolas como los microraptores. ¿Con qué grupo se quedan?

Yo, personalmente, siento debilidad por los velociraptores y desearía que fuera cierto que, aleteando cual gallinas, hubieran llegado a emprender el vuelo. Pero me temo que no es el caso. Más que nada por lo complicado que sería. El principio de Ockham dice que la explicación más sencilla es la más probable. ¿Y qué creen que es más sencillo? ¿Que unos animales que planeaban acaben volando o que, de repente, un animal corredor reúna las características suficientes para volar? Obviamente, los planeadores lo tienen bastante más fácil, más que nada porque tienen medio camino hecho.

De hecho, la mayoría de vertebrados que han volado en realidad solo planeaban (como los pterodactilos) y los que tienen vuelo verdadero, presentan alas grandes que evidencian que en proceden de animales planeadores (como los murciélagos). El planeo es una constante en la evolución y aparece en varios grupos de animales (mamíferos, reptiles, anfibios). En aves también hay especies que se caracterizan más por planear que por volar como los buitres. Por el contrario, despegar es una tarea muy complicada y muchas aves tienen que buscarse trucos como correr sobre el agua o tirarse desde acantilados. Es difícil aceptar que la primero que consiguieran las proto-aves fuera despegar cuando aún hay unas cuantas que no lo dominan.

Además, sería mucho más fácil que un planeador llegara a volar por la sencilla razón de que cualquier mutación que le acercara a ese objetivo, sería mucho más ventajosa. Así, por ejemplo, que el hueso se haga menos denso permitiría al planeador cubrir más distancia, mientras que al corredor le podía suponer una pata rota.

Por todo ello, parece razonable llegar a la conclusión de que fueron los pequeños dinosaurios arborícolas los que consiguieron dominar el vuelo y, más tarde, darían lugar a las aves.

martes, 4 de octubre de 2016

Es imposible que una abeja vuele

“Las abejas (o los abejorros o las moscas, según quién te cuente la anécdota) no pueden volar según las leyes de la aerodinámica, solo que ellas no lo saben”. Hay que reconocer que es una pedazo de frase. Es contundente, graciosa, contradice la realidad, suena a consejo de autoayuda (si ellas pueden, tú también), planea un misterio y sirve para apoyar cualquier teoría que gire en torno a la idea de que “hay cosas que la ciencia no puede explicar”. Reúne todo lo necesario para grabarse a fuego en cualquier cerebro y su índice de pegajosidad está a la altura de “la fruta no se puede comer de postre” o “los humanos no estamos diseñados para digerir la lactosa”. Y es igual de acertada.

Se dice que, según la aerodinámica, un animal de ese peso y con ese tamaño de alas no debería poder volar, pero pensemos un poco:

- Las abejas vuelan. Eso es un hecho impepinable que se puede demostrar empíricamente.

- No lo hacen con magia, porque la magia no existe (hasta donde yo sé).

- Tampoco es un milagro ya que hacer que un puñado de insectos vuelen sería el acto divino más absurdo de la historia.

- Y dudo mucho que los insectos sean unos superseres capaces de abstraerse del funcionamiento del resto del universo.

- Por tanto, dado que vuelan y no parece que se deba a causas sobrenaturales, la única conclusión lógica es que las abejas lo hagan respetando todos los principios básicos de nuestra realidad.

De hecho, lo que increíble no es que las abejas puedan volar, sino que la física no pueda explicarlo. La misma gente que trata de demostrar un concepto tan complejo como el de las supercuerdas (en el que se manejan supuestos con hasta 11 dimensiones) son incapaces de entender el vuelo de una simple mosca. Pues muy bien por ellos. Gallifantes para los caballeros.

Aunque hay algo más preocupante en todo esto y es lo fácil que una anécdota tonta que alguien contó puede llegar a convertirse en un mantra científico repetido por medio mundo como si en él se encerrase el sentido de la vida. “Según la física, es imposible que las abejas vuelen”, “según la física, es imposible que las abejas vuelen”, “según la física, es imposible que las abejas vuelen”. Da hasta un poco de miedo.

Por cierto, al final los científicos se pusieron a trabajar y ya son capaces de explicar por qué vuelan las abejas. Tiene que ver con su capacidad para rotar las alas, pero si quieren enterarse de más pregunten a un físico.