viernes, 19 de septiembre de 2014

El cuerpo humano no es una máquina perfecta

Este mito, obviamente, proviene de la idea de que los humanos somos la especie elegida que la religión y la medicina se han empeñado en extender para satisfacer nuestro egocentrismo. Lo cierto es que, en la naturaleza, no abundan las cosas perfectas. Suelen ser, como mucho, aceptables.

Piensen en una lavadora ¿existe una que sea perfecta? ¿usted introduce la prenda y sin más le sale limpia y estirada? Creo que no. Necesitan jabón, quitamanchas, acumulan cal, estropean la ropa por lavarla a porrazos, gastan cantidades ingentes de agua, hacen ruido, arrugan todo, tardan una barbaridad, se estropean a la mínima de cambio y, encima, no siempre consigues el resultado que esperabas y tienes que volver a empezar. Pero es indudable que es lo mejor que existe para lavar la ropa.

Pues nosotros, igual. Somos lo que ha sobrevivido de nuestra línea genética y las características que poseemos son lo suficientemente buenas (o no lo bastante malas) para permitirnos sobrevivir. Pero de perfección, ni asomo. Aquí algunos ejemplos: el aparato respiratorio de las aves absorbe muchísimo más oxígeno del aire que los pulmones de cualquier mamímero; no podemos digerir la celulosa a pesar de alimentarnos de plantas; nuestros sentidos son bastante pobres dentro de la escala de los animales; las rodillas soportan demasiado peso debido a nuestra postura erguida y suelen lesionarse; nuestro sistema inmune es incapaz de hacer frente a muchas enfermedades, pero no tiene problemas en atacar al propio cuerpo o defenderse de cosas inofensivas como en las alergias; nuestra piel (unida a la escasez de vello) es incapaz de protegernos del sol, el frío, los insectos o el calor; nuestra cabeza ha crecido tanto que los bebés tienen que girarse en el canal del parto para poder nacer (lo que no facilita el proceso, precisamente); somos los únicos primates que nos podemos atragantar gracias a la posición de nuestra laringe (aunque, por otra parte, es lo que nos permite hablar)… y así, podríamos seguir un siglo. Nada es perfecto en esta vida. Ni falta que hace.