jueves, 10 de diciembre de 2015

Los insectos no tienen pulmones

¿Sabes cómo respiran los insectos? Pues ya te digo que no lo hacen con unos pulmones. Sí, aunque parezca imposible. Ni pulmones, ni bran-quias, ni nada que se le parezca. A veces el antropocentrismo que rige la vida humana nos impide ver más allá de nuestro propio cuerpo, pero existen soluciones anatómicas dife-rentes a las de hombres y mamí-feros. Ahí fuera hay un mundo repleto de animales que no mean (ya hablaremos de eso), que “ven” energías con las que nosotros sólo podemos soñar, que poseen varios cerebros y, sí, que carecen de pulmones.

La verdad es que para los insectos, la presencia de pulmones o cualquier otro sistema respiratorio nunca resultaría una ventaja evolutiva. Primero, porque tendrían complicado meter un órgano tan voluminoso (más aún si está lleno de aire) en sus pequeños cuerpos. Pero, sobre todo, porque el exoesqueleto que les recubre es rígido y les impediría realizar los movimientos de inspiración y espiración (que no expiración).

Ademas, hay que tener en cuenta que los insectos (como buenos artrópodos) carecen de un sistema circulatorio cerrado que vaya por unos vasos (como el nuestro) y tampoco cuentan con células especializadas (como nuestros glóbulos rojos) que transporten el oxígeno. En el agua, todo esto se soluciona fácilmente con unas branquias que se abran al exterior y que expongan la sangre (hemolinfa sería más exacto) al agua para que intercambie oxígeno, pero eso no puede hacerse en el medio terrestre porque la pérdida de agua por evaporación sería mortal.

Así que la evolución tuvo que inventarse algo nuevo y lo que se le ocurrió fue el sistema traqueal que consiste en una serie de finos tubos que se abren al exterior (a través de unos agujeros llamados espiráculos) y que van ramificándose hasta llegar a cada una de las células (igual que nuestro sistema circulatorio), llevando el oxígeno y captando el dióxido de Carbono.

Curiosamente, son las dos características que le impedían tener pulmones las mismas características que le permiten tener traqueas. Si fueran de mayor tamaño, el oxígeno no llegaría a las células (por eso nosotros necesitamos que lo lleven los glóbulos rojos) y la rigidez del exoesqueleto le sirve para mantener los espiráculos abiertos constantemente, además de para sostener estructuras como opérculos o pelos con los que minimizar la pérdida de agua.

martes, 8 de diciembre de 2015

Aves y saurios 2: Las aves son arcosaurios

Una vez que los fósiles de Archaeop-teryx dejaron bastante claro que las aves descendían de los dinosaurios, eso trajo otro tipo de implicaciones respecto a su clasificación en el reino animal. La primera de ellas fue que, dado que todos tenían un antepasado común, formarían un grupo junto con pterosaurios, dinosaurios y cocodri-los. Grupo que recibiría el nombre de “arcosaurios”. Es decir, los "reptiles dominantes".

Esta clasificación de las aves chocaba un poco con la tradición zoológica, pues siempre se las había mantenido un poco separadas del resto de vertebrados por el hecho de poder volar y contar con plumas, pero acabó por ser aceptada ya que resolvía muchos de los problemas que siempre había dado el grupo.

Pero acabar emparentadas con los cocodrilos no iba a ser la última de las sorpresas que iba a dar la relación entre aves y dinosaurios.

martes, 3 de noviembre de 2015

Aves y saurios 1: Las aves descienden de los dinosaurios

¿Sabías que las aves descienden de los dinosaurios? Si te acabas de enterar, debes sentirte como lo hicieron en su día los arqueólogos del Museo de Historia Natural de Londres cuando un médico alemán les fue a vender su extraño fósil de lagarto alado.

Aquel espécimen que hoy se conoce como Archaeopteryx (arqueópterix para los amigos) era como cualquier otro dinosaurio terópodo (el grupo de tiranosaurus rex y velociraptores) en pequeñito, con sus dientes puntiagudos y sus garras afiladas. Pero también tenía una característica que nadie esperaba: ¡¡plumas!!

En gran parte gracias a ese fósil, los científicos llegaron a la conclusión de que las aves habían evolucionado a partir de los dinosaurios y que arqueópterix era el eslabón perdido entre esos dos grupos.

Pero la historia de las aves no se quedó ahí. Eso sólo es el principio de un culebrón que incluso hoy en día sigue dando algunas sorpresas.

martes, 13 de octubre de 2015

Mamíferos que ponen huevos

¿Como es posible que haya mamíferos que ponen huevos si desde pequeños nos han enseñado los mamíferos paren vivas a sus crías? Pues porque las clasificaciones y las normas las ponemos nosotros, no la naturaleza. A ella le da lo mismo que los mamíferos que ponen huevos, los peces que respiran aire o los reptiles de sangre caliente no entren en tu bonita clasificación. Para desgracia de los biólogos, la evolución es mucho más caótica y azarosa de lo que les gustaría.

Pues, como decía, hay mamíferos que ponen huevos. Este grupo, monotremas se llaman, incluye a los ornitorrincos y las equidnas (una especie de erizo de tierra con el morro alargado). Alguno se estará preguntando “¿Y por qué están considerados mamíferos si ponen huevos?” Pues la verdad es que cuando se descubrieron, prefirieron clasificarlos como reptiles con pelo, en lugar de mamíferos que ponen huevos. Y no sólo por la forma de reproducción. También cuentan con otros rasgos reptilianos como la cloaca (un orificio que une todas las funciones de excreción y las reproductivas) o los espolones venenosos de los machos (son los únicos mamíferos venenosos que existen). Pero, al final, se acabaron clasificando en mamíferos.

“¿Y por qué?” Se preguntarán “¿Es que pesa más tener pelo que poner huevos?” Pues la verdad es que sí. Después de todo, lo que ahora llamamos mamíferos, son (somos) descendientes de un grupo de reptiles y no es extraño que las especies que se han mantenido más invariables a lo largo del tiempo conserven rasgos de los reptiles y, por ejemplo, pongan huevos. Sin embargo, tener pelo es una de esas características sólo los mamíferos tienen y que comparten entre todos, señal de que todos nosotros procedemos de un antepasado común.

También los monotremas presentan otras “sinapomormías” (así se llaman estas características exclusivas que definen a los grupos) de mamíferos como que el maxilar inferior está formado sólo por el hueso dentario o que tengan glándulas mamarias que producen leche (aunque no tienen pezones y las crías no “maman” como tal, sino que beben la leche que "suda" su madre).

lunes, 5 de octubre de 2015

Las avestruces no esconden la cabeza en agujeros

Pues no, las avestruces no esconden la cabeza en agujeros. Sí que choca porque es una de esas cosas que circulan por la consciencia colectiva y que ha llegado a dar lugar a expresiones como “hacer la técnica del avestruz” o "entierras la cabeza como las avestruces". Pero, aun así, sigue sin ser cierto. Aunque lo más curioso de este mito es que nadie sabe muy bien de dónde ha salido. A mí, lo único que se me ocurre es que tuviera su origen en los cortos animados de Disney o Warner.

El caso es que no, las avestruces no esconden la cabeza en un agujero cuando se sienten amenazadas. Más que nada, porque no está nada fácil encontrar en la sabana un hoyo de semejante tamaño ¿y si no hay ninguno? ¿qué harían entonces estas enormes aves para reducir su estrés vital? ¿cavar ellas mismas? ¿le daría tiempo a tener el hoyo listo antes de que se la comiesen?

Además ¿qué clase de estrategia de supervivencia es meter la cabeza en un agujero? ¿es para no ver al león que la va a devorar y así no poder escapar? ¿de verdad alguien piensa que un pájaro que no puede volar iba a sobrevivir haciendo eso? Sobre todo, teniendo en cuenta que las avestruces son más veloces que la mayoría de carnívoros (llegan a correr a 90km/h frente a los 60km/h de los leones) y mucho más resistentes que los guepardos.

Lo que sí es cierto es que las avestruces bajan la cabeza, lo que tiene algo de sentido al ser la parte de su cuerpo que más llama la atención sobre las praderas. Tampoco es una gran estrategia, pero al menos no implica tener que estar buscando agujeros por el suelo. Y si algo con dientes se acerca demasiado, no se quedan ahí, sino que salen escopetadas.

jueves, 4 de junio de 2015

Los camellos no acumulan agua en las jorobas

La lógica a veces nos lleva a conclusiones que nada tienen que ver con la realidad. Así, como los camellos viven en ambientes desérticos y aguantan mucho tiempo sin beber, pues la gente suele concluir que acumulan agua en las jorobas. Lo que a nadie se le ha ocurrido que la comida tampoco es que abunde en el desierto y que quizás lo que lleve en las jorobas sea algo tan común entre los mamíferos (nosotros incluidos) como la grasa, en lugar de poseer un tejido misterioso que se llena de agua.

Y es que las jorobas de dromedarios y camellos son precisamente eso, acúmulos de tejido adiposo que les permita sobrevivir sin comida. Que no necesiten agua no guarda ninguna relación con la joroba porque la mayor parte del agua que se obtiene al quemar la grasa, se evapora para regular la temperatura corporal (algo parecido a lo que hace nuestro sudor).

Que la grasa se acumule en la joroba es especialmente ventajoso para los que viven en climas cálidos, ya que es un tejido aislante y si estuviera extendido por todo el cuerpo evitaría que se pudiera disipar el calor corporal.

martes, 2 de junio de 2015

Los gatos no maúllan para comunicarse entre ellos

Los gatos son animales solitarios, muy territoriales, que necesitan el sigilo para cazar y que evolucionaron en áreas desérticas en las que los alimentos apenas sirven para mantener a un individuo. Sus relaciones con otros gatos suelen limitarse al mínimo y, normalmente, lo hacen para pelearse por el territorio o para reproducirse (o para pelearse por reproducirse). Todo lo que tienen que decirse pueden hacerlo con la postura del cuerpo, los movimientos de cola, la posición de las orejas, los bufidos, los arañazos y los mordiscos. Ese es su lenguaje: si encorvan la espalda es que se prepara para atacar, tumbarse boca arriba significa rendición, si mueve la cola te indica que se está cabreando... Y los mensajes que no cubren con eso, lo hacen mediante olores. Los gatos sólo maúllan de verdad cuando son crías (los gritos de las peleas podrían considerarse maullidos, pero no son algo que hagan todos los días), que también es el único momento sociable, para llamar la atención de su madre.

Entonces ¿por qué maúllan los gatos domésticos? Pues por la misma razón por la que lloran los bebés: porque así les hacemos caso. Necesitan llamar nuestra atención ya que nosotros controlamos la comida y el agua, limpiamos la caja de arena e invadimos permanentemente su espacio vital. Esas son cosas que un gato sólo pide cuando es una cría y, por tanto, usa el lenguaje de las crías para solicitarlo porque no sabe hacerlo de otra forma. Y casi mejor, porque si fueran olores lo que utilizaran para pedir comida, más de uno se moría de hambre (a no ser que lo hicieran con el líquido asqueroso ese que les sale de los sacos anales).

El uso de un lenguaje de cría no es más que otro de los muchos ejemplos de infantilización que se da en especies domesticadas. En perros, esta vuelta a la niñez es mucho más acusada y es la razón de que no puedan valerse por sí mismos y de la inmensa mortalidad que se da entre los perros abandonados (pueden leer el artículo sobre Los Perros Abandonados).

jueves, 21 de mayo de 2015

El “camuflaje” de las cebras

A nadie le extrañará que diga que el color y los dibujos de muchos pelajes de los animales les permiten camuflarse en su entorno. Así, las rayas de los tigres (también las manchas de leopardos y jaguares) les confunden con las sombras de las selvas en las que viven, los animales polares suelen ser blancos y muchas ranas tropicales se mimetizan con las hojas de los árboles. Sin embargo, las cebras son blancas y negras, una coloración casi única (pocos animales la tienen) que no les debería ayudar demasiado a pasar desapercibidas en el amarillo que domina en la sabana africana. Cualquiera pensaría que un pelaje tan llamativo sería perjudicial y facilitaría su captura por parte de los depredadores (la mayoría de los cuales, por cierto, son de tonos amarillentos), pero de ser así, haría mucho tiempo que las cebras se habrían extinguido, esquilmadas por las manadas de leones hambrientos.

Lo cierto es que el dibujo de las cebras sí podría camuflarlas cuando se encuentran solas, porque los carnívoros que las cazan ven en blanco y negro. Claro que cuando se juntan cientos de ellas, esto no es tan efectivo. Pero no pasa nada porque su peculiar pelaje les da otra gran ventaja. Y es que el contraste de las rayas negras sobre el fondo blanco crea una ilusión óptica (más cuando corren juntas con el sol brillando sobre ellas) que hace difícil saber dónde empieza una y termina la otra. Esto complica que los cazadores puedan fijar un objetivo concreto o identificar a los ejemplares enfermos. Así el gran número que suelen formar las manadas logra que las cebras se camuflen entre ellas y les ha permitido prosperar como especie a pesar de tener por vecinos a hienas, leopardos y leones.

martes, 19 de mayo de 2015

No existe ningún animal llamado “pantera negra”

Esta es otra de esas cosas que, al igual que la supuesta ceguera de los murciélagos, tenemos tan metidas en la cabeza que nos parece imposible que no puedan ser ciertas. Pero por mucho que nos cueste creerlo, no existe ninguna especie animal que se llame “pantera negra”. Sé que las han visto en un sinfín de documentales, películas y camisetas de grupos de rock. Pero, en realidad, no existen las panteras negras. Ni las negras, ni las rosas, ni las amarillas, ni de ningún tipo. El término “pantera” proviene del griego y significaba “fiera”, por lo que se ha usado para definir a todos los grandes felinos y dar nombre al género que les engloba (por eso el nombre científico del león es Panthera leo). Pero el único animal que tiene el honor de llevar el nombre de pantera, es la pantera nebulosa.

Entonces ¿qué era Bagheera? Pues la simpática pantera negra de “El libro de la Selva” que ayudaba a Mowgli a sobrevivir en la jugla no era otra cosa que un leopardo negro. Porque eso es lo que son las panteras negras. Y eso no es lo peor, sino que “pantera negra” ni siquiera es la denominación que recibe una especie de color negro, ¡sino 2! Porque a los jaguares negros también se les llama panteras negras.

El color se lo da un causa genética inversa al leucismo (del que ya hablé en relación al color de los osos polares) que se llama melanismo. Los animales que lo presentan se distinguen por su piel, pelaje o plumas de color oscuro (normalmente negro) por un exceso de pigmentos (melanina). Los jaguares y leopardos no son las únicas especies animales en las que se manifiesta el melanismo, también se puede observar en animales de color oscuro y en aquellos en los que suelen aparecer individuos de colores variables (como perros, gatos, ratas, jerbos, hamsters, ratones, conejos, caballos...), aunque puede afectar a casi cualquier especie.

Por cierto que, igual que hay panteras negras, también existen las panteras blancas cuando jaguares y leopardos se ven afectados por leucismo.

martes, 5 de mayo de 2015

Los dinosaurios no convivieron con los humanos

La verdad es que es algo que debería suponerse obvio pero dado que en la última Encuesta de Percepción de la Ciencia salió que un 30% de los españoles decían pensar (no puedo creerme que lo dijeran en serio) que los hombres y los dinosaurios convivieron, parece que es un buen momento para repasar conceptos básicos sobre biología... claro que eso no fue lo más preocupante de la encuenta, sino ese 25% que aún dice pensar que el Sol da vueltas alrededor de la Tierra... sin palabras.

En fin, a lo que vamos. Olviden los dibujos de los Picapiedra y las películas de serie B de los 70 y 80. Los dinosaurios y los seres humanos nunca han convivido. Los dinosaurios se extinguieron hace 65 millones de años y los fósiles más antiguos de Homo sapiens (nuestra especie) no tienen más de 200.000 años. A veces no cuesta entender que la Tierra tiene unos 5000 millones de años y nosotros sólo la hemos ocupado un pequeño instante de su vida. Sin ir más lejos, nuestras maravillosas civilizaciones no tienen más de 10.000 años, una menudencia comparado con los tiempos cósmicos.

De todas formas, es una suerte que nuestra especie no existiera hace 65 millones de años, porque nos habríamos extinguido. Y no lo digo sólo por la cantidad de bestias gigantescas con dientes afilados como cuchillos. También porque el meteorito que acabó con los dinosaurios también se llevó por delante cualquier animal terrestre que fuera más grande que una gallina. Los mamíferos sólo sobrevivieron porque éramos poco más que pequeñas ratas carroñeras que les robábamos los huevos a los saurios. De ninguna forma hubiéramos conseguido evitar la extinción.

Así que ya saben, no sólo no convivimos con los dinosaurios, también es una suerte que no lo hiciéramos.

martes, 24 de marzo de 2015

Los osos polares no son albinos

El albinismo es un síndrome genético que causa que el cuerpo sea incapaz de producir melanina, el pigmento que sirve a los animales como protección frente a los rayos solares y que les da color (también hace que nos pongamos morenos). Al no tener melanina, los albinos nacen con la piel muy clara, se queman con extrema facilidad y su pelo tiene un característico color blanco. Pero, a pesar de lo que se suele creer, esto no significa que todos los animales blancos sean albinos. Los osos polares, desde luego, no lo son.

En su caso, el color de su pelaje se debe a una causa genética llamada leucismo que hace que los niveles de melanina sean muy bajos en el pelaje, pero no afecta al resto del organismo. Por eso los osos polares tienen partes de su cuerpo (como la nariz y los ojos) de color negro y no tienen problemas con el sol.

El leucismo también puede observarse en animales como los zorros árticos, las panteras nebulosas, los tigres blancos y en especies en las que sea habitual que nazcan individuos de color blanco (como perros, gatos, ratas, jerbos, hamsters, ratones, conejos, caballos...).

Pero que nadie piense que una cosa quita a la otra porque en las especies leucísticas también pueden aparecer animales albinos. Serían igual de blancos pero carecerían de cualquier tipo de mancha oscura, sus ojos serían rojos (muy típico en roedores y conejos) o muy claros y las partes expuestas de su piel (nariz, labios, contorno de los ojos...) serían de un tono rosáceo pálido.

viernes, 20 de febrero de 2015

Los lobos no aúllan a la luna

Hay pocas imágenes más icónicas que un lobo aullando de noche con una enorme luna llena y es uno de los clichés más extendidos en el género de terror. No hay película de vampiros (ya no digo las de hombres-lobos) que se precie en la que falte una simpática manada de lobos se pongan a aullar a la luna. Su uso como elemento terrorífico se puede explicar por motivos culturales que se han ido transmitiendo desde aquellos tiempos en que los lobos suponían un peligro para las pequeñas aldeas medievales que vivían del ganado y la luna llena ha tenido siempre un componente místico, pero es un mito absolutamente falso.

Lo cierto es que los lobos (y los perros) aúllan por muchos motivos: por tristeza, enfermedad o estrés. También lo hacen cuando quieren dejar claro a algún intruso que está entrando en su territorio, por el celo, para atraer a su manada o, incluso, con fines sociales. De noche y de día. Con la luna llena o nueva. Da igual. Cualquier momento es bueno y poco tiene que ver con el estado del satélite. Sí es cierto que aúllan en noches en las que la luna más alumbra, pero no la aúllan “a” ella, sino “con” ella. Esas noches en las que la visibilidad es mejor, son muy buenas para salir a cazar y los lobos utilizan los aullidos para ir comunicando su posición al resto de la manada, ya que suelen separarse para rodear a sus presas. Pero eso ocurre tanto en las noches de luna llena como las siete anteriores y las siete posteriores. Todas en las que sea posible cazar. Y desde luego, sus aullidos no van dirigidos al astro que brilla en el cielo. De tener que rendir pleitesía a algún astro, lo más normal sería que aullaran al sol, que por lo menos da calor.

martes, 17 de febrero de 2015

Los perros abandonados

Desde el principio de la historia, los pueblos que se consideraban a sí mismos como “civilizados” han tratado de distinguir entre el mundo humano (bueno y ordenado) del salvaje (caótico y peligroso). La naturaleza, sin embargo, no parecía aceptar esta división y se empeñaba en que las cosas tornaran a su estado original. Su influencia podía hacer que buenas personas sacaran sus instintos más primarios y revertieran a una especie de hombres semi-animales, como les ocurría a los niños perdidos en la selva (Tarzán, Mowgli) o aquellos que vivían más allá de la frontera durante la colonización de América. Por supuesto, esto era aplicable a los animales domésticos. Y aún hoy hay quien cree a ciencia cierta que si abandona a un perro se convertirá en un perro salvaje.

La verdad es que el proceso de domesticación al que hemos sometido a los perros no les ha hecho ningún bien. Sólo hay que pensar que lobos y perros se consideran que pertenecen a la misma especie para darse cuenta de las muchas carencias físicas que tendría un perro doméstico para cazar en la naturaleza, sobre todo si es de una de esas razas enanas que nos hemos empeñado en crear. Por si eso no fuera poco, también hemos seleccionados a aquellos con carácter más manso e influenciable. Pero eso no es todo.

Piensen que compran un cachorrito. Durante meses le das de comer, le das agua, le enseñas a no mearse en la alfombra, a que se siente, a que cruce la calle cuando tu le dices... puede que su cuerpo crezca, pero su mente no va a madurar nunca. Para cuando algunos deciden abandonarlo, el perro tiene la misma capacidad para sobrevivir en la naturaleza que un niño de tres años. Está igual de indefenso e igual de deprimido por haber perdido a la que consideraba su familia. Y sí, algunos de esos perros se acaban por asalvajar, pero son los menos. La verdad es que la tasa de mortalidad es de más 90% por culpa de atropellos, trampas, heridas, enfermedades o hambre. Los que sobreviven, además, suelen ser ejemplares muy violentos que se alimentan del ganado (luego se echa la culpa a los lobos) porque son las presas más fáciles y no dudan en atacar a los humanos si se ven amenazados.

Así que si estás pensando en dejar a tu perro en el campo para que sea feliz corriendo por los prados y persiguiendo conejos, piénsalo otra vez y date cuenta de que lo que vas a hacer en realidad es abandonar un niño indefenso a una muerte segura.

jueves, 12 de febrero de 2015

Los herbívoros no digieren la celulosa

Pues no, no hay ni un solo animal que pueda digerir la celulosa, que es el principal componente de las plantas. Ninguno. Cero. Todos los animales que existen en el mundo sin excepción carecen de las enzimas (las proteínas que intervienen en las reacciones) necesarias para romper las largas y complicadas cadenas de la celulosa. Repito: ninguno en absoluto. Ni las termitas, ni los elefantes, ni los humanos, ni las hormigas, ni los extintos diplodocus. Niente, si lo prefieren en italiano.

Entonces, se preguntarán ustedes ¿cómo es que los animales herbívoros pueden alimentarse de hojas, tallos o troncos? Pues gracias a que cuentan en su cuerpo con unas simpáticas bacterias simbiontes que sí son capaces de metabolizar la celulosa. Pueden tenerlas alojadas en estómagos especiales como los rumiantes o en estructuras de la boca para que se mezclen con la saliva mientras mastican (los escarabajos comedores de madera como la carcoma) e, incluso, los hay que tienen las bacterias al final de su intestino y se ven obligados a ingerir sus propias heces para obtener la celulosa bien digerida por las bacterias (es el caso, por ejemplo, de conejos y roedores herbívoros). Pero que conste que estos últimos no se comen cualquier cosa, sino que distinguen entre “heces definitivas” y “heces para comer”.

Lo más curioso de todo es que esta asociación con las bacterias hace que los herbívoros no sean tan herbívoros como se creía desde siempre. Al entrar la celulosa, las bacterias se multiplican hasta que se acaba la comida. Luego mueren y son digeridas con el resto del alimento, proporcionando al animal valiosos nutrientes como proteínas.

Nosotros no tenemos estas bacterias en ningún sitio y no absorbemos la celulosa (aunque sí otras cosas como el almidón o las vitaminas). Es lo que en las revistas de moda, nutrición, deporte y ñoñerías varias se conoce como “fibra” y su propiedad principal (muy importante, por cierto) es limpiarnos el intestino. La falta de bacterias especializadas también hace que las dietas puramente vegetarianas necesiten aportes de proteínas esenciales, aquellas que nuestro cuerpo no puede producir y no se encuentran en las plantas.

martes, 10 de febrero de 2015

La lana es un invento humano

Aunque ahora nos parezca lo más normal del mundo ver a las ovejas con su densa lana blandita y espon-josa, lo cierto es que no siempre fue así. Como se ha comprobado en yacimientos arqueológicos, las pri-meras ovejas domésticas estaban cubiertas fundamentalmente de pelo, lo que hace suponer que se pare-cerían más a las cabras actuales y que su explotación original se debía a la carne o la leche.

La lana aparecía en las ovejas, pero en una cantidad muy pequeña. Sin embargo a base de seleccionar y cruzar los ejemplares más adecuados, las ovejas lanudas fueron apareciendo durante el Neolítico en Oriente Medio y luego se introdujeron en Europa (sobre el 4000 a.C.). La selección ha seguido dándose a lo largo de la historia, buscando una mayor producción de lana y una mejor calidad del tejido, hasta conseguir las variedades que conocemos hoy en día.

jueves, 1 de enero de 2015

¡Feliz año!

Gracias a todos vosotros, 2014 ha sido un año de lo más completito en Historias con Hache y todos los blogs que la rodean. Espero que vuestro año también haya ido bien y que 2015 sea mucho mejor del que acabamos de terminar. Y que sigáis entrando por aquí, por supuesto.