viernes, 20 de febrero de 2015

Los lobos no aúllan a la luna

Hay pocas imágenes más icónicas que un lobo aullando de noche con una enorme luna llena y es uno de los clichés más extendidos en el género de terror. No hay película de vampiros (ya no digo las de hombres-lobos) que se precie en la que falte una simpática manada de lobos se pongan a aullar a la luna. Su uso como elemento terrorífico se puede explicar por motivos culturales que se han ido transmitiendo desde aquellos tiempos en que los lobos suponían un peligro para las pequeñas aldeas medievales que vivían del ganado y la luna llena ha tenido siempre un componente místico, pero es un mito absolutamente falso.

Lo cierto es que los lobos (y los perros) aúllan por muchos motivos: por tristeza, enfermedad o estrés. También lo hacen cuando quieren dejar claro a algún intruso que está entrando en su territorio, por el celo, para atraer a su manada o, incluso, con fines sociales. De noche y de día. Con la luna llena o nueva. Da igual. Cualquier momento es bueno y poco tiene que ver con el estado del satélite. Sí es cierto que aúllan en noches en las que la luna más alumbra, pero no la aúllan “a” ella, sino “con” ella. Esas noches en las que la visibilidad es mejor, son muy buenas para salir a cazar y los lobos utilizan los aullidos para ir comunicando su posición al resto de la manada, ya que suelen separarse para rodear a sus presas. Pero eso ocurre tanto en las noches de luna llena como las siete anteriores y las siete posteriores. Todas en las que sea posible cazar. Y desde luego, sus aullidos no van dirigidos al astro que brilla en el cielo. De tener que rendir pleitesía a algún astro, lo más normal sería que aullaran al sol, que por lo menos da calor.

martes, 17 de febrero de 2015

Los perros abandonados

Desde el principio de la historia, los pueblos que se consideraban a sí mismos como “civilizados” han tratado de distinguir entre el mundo humano (bueno y ordenado) del salvaje (caótico y peligroso). La naturaleza, sin embargo, no parecía aceptar esta división y se empeñaba en que las cosas tornaran a su estado original. Su influencia podía hacer que buenas personas sacaran sus instintos más primarios y revertieran a una especie de hombres semi-animales, como les ocurría a los niños perdidos en la selva (Tarzán, Mowgli) o aquellos que vivían más allá de la frontera durante la colonización de América. Por supuesto, esto era aplicable a los animales domésticos. Y aún hoy hay quien cree a ciencia cierta que si abandona a un perro se convertirá en un perro salvaje.

La verdad es que el proceso de domesticación al que hemos sometido a los perros no les ha hecho ningún bien. Sólo hay que pensar que lobos y perros se consideran que pertenecen a la misma especie para darse cuenta de las muchas carencias físicas que tendría un perro doméstico para cazar en la naturaleza, sobre todo si es de una de esas razas enanas que nos hemos empeñado en crear. Por si eso no fuera poco, también hemos seleccionados a aquellos con carácter más manso e influenciable. Pero eso no es todo.

Piensen que compran un cachorrito. Durante meses le das de comer, le das agua, le enseñas a no mearse en la alfombra, a que se siente, a que cruce la calle cuando tu le dices... puede que su cuerpo crezca, pero su mente no va a madurar nunca. Para cuando algunos deciden abandonarlo, el perro tiene la misma capacidad para sobrevivir en la naturaleza que un niño de tres años. Está igual de indefenso e igual de deprimido por haber perdido a la que consideraba su familia. Y sí, algunos de esos perros se acaban por asalvajar, pero son los menos. La verdad es que la tasa de mortalidad es de más 90% por culpa de atropellos, trampas, heridas, enfermedades o hambre. Los que sobreviven, además, suelen ser ejemplares muy violentos que se alimentan del ganado (luego se echa la culpa a los lobos) porque son las presas más fáciles y no dudan en atacar a los humanos si se ven amenazados.

Así que si estás pensando en dejar a tu perro en el campo para que sea feliz corriendo por los prados y persiguiendo conejos, piénsalo otra vez y date cuenta de que lo que vas a hacer en realidad es abandonar un niño indefenso a una muerte segura.

jueves, 12 de febrero de 2015

Los herbívoros no digieren la celulosa

Pues no, no hay ni un solo animal que pueda digerir la celulosa, que es el principal componente de las plantas. Ninguno. Cero. Todos los animales que existen en el mundo sin excepción carecen de las enzimas (las proteínas que intervienen en las reacciones) necesarias para romper las largas y complicadas cadenas de la celulosa. Repito: ninguno en absoluto. Ni las termitas, ni los elefantes, ni los humanos, ni las hormigas, ni los extintos diplodocus. Niente, si lo prefieren en italiano.

Entonces, se preguntarán ustedes ¿cómo es que los animales herbívoros pueden alimentarse de hojas, tallos o troncos? Pues gracias a que cuentan en su cuerpo con unas simpáticas bacterias simbiontes que sí son capaces de metabolizar la celulosa. Pueden tenerlas alojadas en estómagos especiales como los rumiantes o en estructuras de la boca para que se mezclen con la saliva mientras mastican (los escarabajos comedores de madera como la carcoma) e, incluso, los hay que tienen las bacterias al final de su intestino y se ven obligados a ingerir sus propias heces para obtener la celulosa bien digerida por las bacterias (es el caso, por ejemplo, de conejos y roedores herbívoros). Pero que conste que estos últimos no se comen cualquier cosa, sino que distinguen entre “heces definitivas” y “heces para comer”.

Lo más curioso de todo es que esta asociación con las bacterias hace que los herbívoros no sean tan herbívoros como se creía desde siempre. Al entrar la celulosa, las bacterias se multiplican hasta que se acaba la comida. Luego mueren y son digeridas con el resto del alimento, proporcionando al animal valiosos nutrientes como proteínas.

Nosotros no tenemos estas bacterias en ningún sitio y no absorbemos la celulosa (aunque sí otras cosas como el almidón o las vitaminas). Es lo que en las revistas de moda, nutrición, deporte y ñoñerías varias se conoce como “fibra” y su propiedad principal (muy importante, por cierto) es limpiarnos el intestino. La falta de bacterias especializadas también hace que las dietas puramente vegetarianas necesiten aportes de proteínas esenciales, aquellas que nuestro cuerpo no puede producir y no se encuentran en las plantas.

martes, 10 de febrero de 2015

La lana es un invento humano

Aunque ahora nos parezca lo más normal del mundo ver a las ovejas con su densa lana blandita y espon-josa, lo cierto es que no siempre fue así. Como se ha comprobado en yacimientos arqueológicos, las pri-meras ovejas domésticas estaban cubiertas fundamentalmente de pelo, lo que hace suponer que se pare-cerían más a las cabras actuales y que su explotación original se debía a la carne o la leche.

La lana aparecía en las ovejas, pero en una cantidad muy pequeña. Sin embargo a base de seleccionar y cruzar los ejemplares más adecuados, las ovejas lanudas fueron apareciendo durante el Neolítico en Oriente Medio y luego se introdujeron en Europa (sobre el 4000 a.C.). La selección ha seguido dándose a lo largo de la historia, buscando una mayor producción de lana y una mejor calidad del tejido, hasta conseguir las variedades que conocemos hoy en día.